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El equilibrio entre dirección y flexibilidad en la gestión de proyectos
Un pichón entró por mi ventana, revoloteó, chocó contra un espejo y cayó aturdido al piso. Lo levanté y, al recuperarse, quiso escapar. Si aflojaba demasiado, se iría. Si apretaba demasiado, lo dañaría.
Gestionar proyectos es similar: exceso o falta de control pueden comprometer los resultados. La clave está en ajustar el nivel de gestión según el enfoque de trabajo, el equipo y la evolución del proyecto.
Si migras de un enfoque tradicional hacia Agile, convivirás con distintos niveles y métodos de control:
El control es clave para renovar la confianza en los objetivos, pero cómo lograrlo depende de la mentalidad con la que trabajemos:
Las tensiones entre estos dos enfoques suelen originarse en sus diferentes perspectivas sobre el control. Lograr que se comprendan y acepten es esencial para impulsar la gestión ágil.
Más que implementar herramientas o procesos, transformar la mentalidad es el mayor desafío. Quienes vienen de un enfoque tradicional pueden buscar más control; quienes trabajan ágilmente, menos. Encontrar el punto justo requiere adaptabilidad y entendimiento mutuo.
El éxito no está en controlar más o menos, sino en ajustar el nivel adecuado para cada situación.
Me conmovió la imagen inicial: ese pichón entre el vuelo y el encierro, entre el susto y la confianza. En su brevedad, condensa una verdad que no es solo técnica, sino profundamente humana: la gestión es siempre una relación, una tensión delicada entre cuidar y dejar ser. Heidegger lo habría dicho con otra terminología: no se trata de “controlar” el ente (el proyecto, el equipo), sino de habitar el acontecer con atención al ritmo del ser.
Esta tensión entre dirección y flexibilidad también me recuerda a lo que Platón advertía en Las Leyes, cuando reflexionaba sobre la educación de los jóvenes: si se suelta demasiado la cuerda, el alma se dispersa; si se tensa en exceso, se rompe. El arte de gobernar —sea una polis o un equipo— exige sabiduría práctica, esa phronesis que no se aprende de manuales sino del ejercicio constante de observar, escuchar y afinar el juicio.
Lo que tu texto plantea en términos de metodologías ágiles y tradicionales puede pensarse también como dos estilos de mundo: uno que confía en la planificación como seguridad, y otro que se apoya en la apertura como potencia. El reto, como bien decís, es mental: habitar ambos mundos sin absolutizar ninguno, sostener la paradoja sin buscar cancelarla.
Gracias por esta reflexión que, sin quererlo, toca dimensiones filosóficas profundas. ¡Y gracias también por recordarnos que a veces un pichón aturdido es un gran maestro!
Cuántas enseñanzas pueden surgir de lo que damos por trivial, según nuestro propio desarrollo y experiencia. Gracias por compartir esta reflexión.
Una prueba más de que el pensamiento y la gestión son, en el fondo, un diálogo con lo que acontece.