Address
304 North Cardinal St.
Dorchester Center, MA 02124
Work Hours
Monday to Friday: 7AM - 7PM
Weekend: 10AM - 5PM
Cómo transmutar el tiempo trabajando en tiempo viviendo
“Nacemos mil y morimos uno”. En el medio, transcurre nuestra vida… y muchísimo de ella, trabajando.
Mi primer jefe, después de manejar un reclamo de un cliente por un error mío, me sermoneó largamente y terminó diciendo: “Ya te tocará poner la cara por errores de otros”.
Cuando empecé como jefe, me preguntaba: ¿por qué personas que sostienen sus hogares y educan a sus hijos cometen estupideces en el trabajo? Me decía: “No prestan atención”, “no les interesa lo que hacen”. Pero… ¿por qué?
Para algunos, el trabajo carece de sentido. Dicen: “Aquí solo trabajo, mi vida está en otra parte”. “Por lo que me pagan, bastante hago”. “Más rápido no puedo; que esperen”. “Lo único que me importa es cuánto me pagan”.
Un día me topé con el libro Para qué trabajamos, de Sergio Sinay. Me ayudó a reflexionar sobre el tema y a explicarme actitudes ajenas… y propias. Comparto a continuación algunos puntos que me quedaron.
Aunque no se trata de matarse (literalmente) trabajando —como ocurre con el karoshi en Japón—, conviene captar, cada vez mejor, el sentido que tiene trabajar para cada uno de nosotros.
Somos transformadores por naturaleza. Como los castores, los horneros, las hormigas o las abejas. Ellos transforman por instinto; nosotros, con propósitos. Y como somos transformadores, si no somos fieles a eso, sufrimos. Aunque finjamos que no nos importa, que solo cuenta lo que nos pagan.
El automatismo nos juega en contra. Ese hacer sin pensar, que despoja de sentido al trabajo. Entonces, vale preguntarse: ¿qué es el trabajo en nuestra vida? ¿Cómo se relaciona con nuestros valores? ¿Qué papel juega en nuestros vínculos? En definitiva: ¿cuál es el sentido de nuestro trabajo?
No me atrevo a definir el concepto de “sentido”, pero sí lo percibo, en mí y en otros. Está ahí, cuando una actividad nos absorbe por completo, nos aísla del entorno, y quisiéramos que no termine. Cuando eso ocurre, entramos en un estado de flow. Simplemente fluimos.
Como gerente, te conviene que tu equipo trabaje en estado de flow la mayor parte del tiempo. Por el bien de lo que tengas a cargo, sí. Pero también por algo más profundo. ¿Cómo impulsar eso? Ayúdalos a encontrar el sentido de su trabajo. El “para qué trabajar”.
A tres albañiles les preguntaron qué estaban haciendo. Uno dijo: “Pongo ladrillos”. Otro: “Levanto una pared”. El tercero: “Estoy construyendo una catedral”. ¿Cuál crees que ponía mejor los ladrillos? ¿Cuál se sentía mejor mientras trabajaba?
Hay muchas respuestas posibles al “para qué trabajamos”: para ganarnos el porvenir, mantener a una familia, darles un futuro a nuestros hijos, pagar deudas, demostrarnos que somos capaces… Cada persona tendrá la suya.
Ser conscientes de eso nos ayuda cuando necesitamos un empujón, cuando el ánimo decae. Aunque, curiosamente, ese “para qué” desaparece de la conciencia cuando lo que estamos haciendo nos atrapa por completo, cuando adquiere un sentido más allá del práctico.
Tal vez, si le propones a tu gente que busque el sentido de trabajar, sientas que estás haciendo trampa. Como si sólo buscaras cumplir con tu empleador, satisfaciendo lo que se espera de vos. Pero hay otra dimensión en juego.
Lo que hacemos, nos hace. Si tu gente desprecia su trabajo, si lo considera carente de sentido, eso tiene un efecto directo en su desarrollo como personas. Inspirarlos para que su trabajo tenga sentido, ¿ayuda solo a tu empleador? ¿O también los ayuda a ellos… y a vos?
Si alguna vez dudas del impacto que tienes como gerente y de proyectos y gestor de procesos, te propongo que mires alrededor. Pregúntate: ¿Qué cosas provienen de proyectos? ¿Quién los lidera? Ese es tu impacto en el mundo.
No me aceptes. Discurre. Y clarifícate: ¿para qué trabajas?