¿Cuánto control es suficiente?

El equilibrio entre dirección y flexibilidad en la gestión de proyectos

Un pichón entró por mi ventana, revoloteó, chocó contra un espejo y cayó aturdido al piso. Lo levanté y, al recuperarse, quiso escapar. Si aflojaba demasiado, se iría. Si apretaba demasiado, lo dañaría.

Gestionar proyectos es similar: exceso o falta de control pueden comprometer los resultados. La clave está en ajustar el nivel de gestión según el enfoque de trabajo, el equipo y la evolución del proyecto.

Gestionar en entornos híbridos

Si migras de un enfoque tradicional hacia Agile, convivirás con distintos niveles y métodos de control:

  • Dentro del equipo, podrías trabajar con un enfoque ágil.
  • Con proveedores o clientes, quizás necesites un modelo tradicional.

El control es clave para renovar la confianza en los objetivos, pero cómo lograrlo depende de la mentalidad con la que trabajemos:

  • En Agile, la transparencia, autoorganización y pruebas de incrementos generan confianza.
  • En gestión tradicional, los cronogramas, reportes y seguimiento de pendientes lo aseguran.

Las tensiones entre estos dos enfoques suelen originarse en sus diferentes perspectivas sobre el control. Lograr que se comprendan y acepten es esencial para impulsar la gestión ágil.

Cambio de mentalidad: el verdadero reto

Más que implementar herramientas o procesos, transformar la mentalidad es el mayor desafío. Quienes vienen de un enfoque tradicional pueden buscar más control; quienes trabajan ágilmente, menos. Encontrar el punto justo requiere adaptabilidad y entendimiento mutuo.

El éxito no está en controlar más o menos, sino en ajustar el nivel adecuado para cada situación.

3 Comments

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  1. Me conmovió la imagen inicial: ese pichón entre el vuelo y el encierro, entre el susto y la confianza. En su brevedad, condensa una verdad que no es solo técnica, sino profundamente humana: la gestión es siempre una relación, una tensión delicada entre cuidar y dejar ser. Heidegger lo habría dicho con otra terminología: no se trata de “controlar” el ente (el proyecto, el equipo), sino de habitar el acontecer con atención al ritmo del ser.

    Esta tensión entre dirección y flexibilidad también me recuerda a lo que Platón advertía en Las Leyes, cuando reflexionaba sobre la educación de los jóvenes: si se suelta demasiado la cuerda, el alma se dispersa; si se tensa en exceso, se rompe. El arte de gobernar —sea una polis o un equipo— exige sabiduría práctica, esa phronesis que no se aprende de manuales sino del ejercicio constante de observar, escuchar y afinar el juicio.

    Lo que tu texto plantea en términos de metodologías ágiles y tradicionales puede pensarse también como dos estilos de mundo: uno que confía en la planificación como seguridad, y otro que se apoya en la apertura como potencia. El reto, como bien decís, es mental: habitar ambos mundos sin absolutizar ninguno, sostener la paradoja sin buscar cancelarla.

    Gracias por esta reflexión que, sin quererlo, toca dimensiones filosóficas profundas. ¡Y gracias también por recordarnos que a veces un pichón aturdido es un gran maestro!